Quien no ha olido la brea no puede entender el mar

El cielo se mostraba azul, nítido, sin nubes.

Después de ’varios días de Levante las calles habían quedado cubiertas por una fina capa de humedad que el Mistral se encargaría de ’absorber.

Las golondrinas tuiteaban mientras sobrevolaban los tejados y las azoteas buscando agujeros en el desván de las casas donde construir su nido.

Aquel alboroto con el que inundaban las calles del barrio anunciaba la llegada de la primavera.

El Mistral primero, más tarde el Garbí  acompañaban el buen tiempo después de un invierno de temporales en el que casi no habíamos visto el sol. Los balcones relucían con las sábanas blancas que reflejaban la luz y también con todo tipo de flores que parecían cobrar vida, despertando de ’un largo sueño de invierno.

Yo estaba eufórico, caminaba por la calle “Almirante Cervera” saludando a todo el mundo, peatones y tenderos.

Cuando pasé por delante de la farmacia Miró entré a saludar al farmacéutico -Toni Miró-, un histórico del barrio de toda la vida, su padre regentó aquella “ botica ” desde antes ’de la guerra, y él continuó la su labor modernizando -la con su toque personal de simpatía y profesionalidad.

Luego giré la esquina de la calle Almirante Churruca y entré en una tienda de los más antiguos del barrio, siempre que podía metía la cabeza y olía aquellos olores que me trasladaban a unos tiempos en que la Barceloneta era un barrio marinero de verdad.

“ Esnifar ” el aire del interior de aquel templo de las redes de algodón, cabezas y cuerdas de ’esparto impregnadas de brea de todos los tamaños y calidades, era un placer para los sentidos.

Quien no ha olido la brea no puede entender el mar y los mil oficios que de ’ella dependen, una olor que identificamos a todos los habitantes de ’este barrio tan nuestro, m eitado Port imitado eplaya.

“Hilados Donado ”. Éste es el nombre de la tienda en cuestión.

En la acera de enfrente, Pito Gurrea , desde la puerta de su relojería –donde trabaja con su hermano Vicens– me hace una señal indicando -algo que no acierto a entender. Continúo el recorrido calle arriba dirección Sant Carles. Me detengo delante de la papelería Miralles. Un par de trabajadores de la construcción con un pico y una pala están derribando el escaparate ,seguramente abrirán otro bar, en este barrio las librerías, papelerías y las imprentas han sido sentenciadas desde siempre, el tiempo nos lo ha demostrado hasta el día de hoy. Todo lo que guarda relación con la cultura no es negocio.

En medio de ’una nube de polvo de la ’obra distingo sorprendido a un chico de mi edad –32 años– que me resulta familiar. «Jaume Blanch», habíamos ido juntos al colegio de la Virgen del Mar.

En Blanch era un fenómeno de la naturaleza, yo le había tenido -en su día- un cariño especial, pienso que el cariño era mutuo, lo tenía todo el día encima, era corpulento, bastante inteligente, pero todo se abusaba de su debilidad, tenía algunas rarezas, como por ejemplo, cuando hablaba tartamudeaba, y también escupía, si charlabas un rato con él acababas ensalivado de pies a cabeza. Tenía un ojo desviado de nacimiento, nunca sabías si te miraba a ti oa la persona que tenías al lado, también tenía una pierna más larga que la otra ,esto provocaba que cuando caminaba lo hiciera dando unos saltitos con el consiguiente movimiento de cadera que provocaba la ira de todos los “ machitos ” ,que lo interpretaban como una burla o una provocación. La suma de todos estos pequeños defectos le convirtió en el objetivo de todos los “abusa chavales” del Virgen del Mar.

Cometí el error de detenerme delante de él.

– Hola! Tu eres en Jaume Blanch, ¿estudiabas en el Virgen del Mar ,verdad?

– Sí, ¿me conoces?

– Claro yo también iba.

– Hombre que b é, así puede ser que me puedas ayudar. Verás , estoy buscando un muy buen amigo mío que de “críos” íbamos juntos a clase, se llamaba Vicens Forner Puig, me gustaría encontrarlo, hace 25 años que no es nada de él. Me ayudó mucho. Mi madre ha muerto recientemente, tenía un piso aquí en esta calle, ahora ha quedado vacío he pensado venir a vivir a la Barceloneta. Sabes dónde podría encontrarlo? El Gurrea me ha dicho que siempre vuelta por la calle con su cámara de fotografiar colgando del cuello.

Me quedé petrificado, 5 minutos hablando con él, y estaba empapado de saliva, tartamudeaba más que antes, y cada movimiento que hacía ponía de manifiesto una cojera que había ido a más. Suerte que había dejado la cámara en casa.

Miré en dirección a la relojería y vi a Pito que nos saludaba desde la otra acera con una sonrisa de satisfacción, debió pensar que ya nos habíamos identificado, volví a la conversación con ese viejo compañero de escuela y le pregunté .

– ¿Por qué quieres verlo?

– Me gustaría hacerle la “Carta Astral”, éso a lo que me dedico ahora.

Me quedé clavado como una estatua, todas las experiencias vividas con ese tonto a lo largo de los cinco años que fuimos juntos al cole me pasaron por delante como una película de terror. No quería reiniciar ningún tipo de relación con ese tío raro, así que cogiendo las riendas de mi futuro le dejé caer a bocajarro: -De acuerdo, “tío ”,si lo veo ya le diré que lo estás buscando.

– Ah, ¿cómo te llamas tú?

Salí disparado, sin contestar , ni mirar atrás. Pobre Blanch, se quedó allí como un pasmarote veían cómo huía. El pobre Blanch no entendía nada, supongo que el amigo Gurrea debería ponerle al corriente, porque nunca me supe nada de él.

Así eran las calles de mi barrio ,todas iguales, pero a la vez muy distintas, estaban llenas de sorpresas, situaciones y personajes que te atrapaban con esa tela de araña que habíamos tejido los vecinos, como los buenos remendadores extendían las artes de pesca en la calle.

Gente que no querías ver te la encontrabas en cada esquina, y cuando buscabas a alguien no había forma de que te dijeran dónde podrías encontrarlo. En Jaume Blanch es un buen ejemplo, así lo entendió.

Nunca volví a saber nada de JB ,a día de hoy no se si vive o está muerto, me consta que vive en la Barceloneta, pero nunca saldrá a la calle, pienso que las cartas astrales y la falta de amigos lo mantienen recluido en ese piso de ’Almirante Churruca , un bulevar donde desde siempre los bajos han sido destinados al comercio. Había ,además de la Caixa de Catalunya, varias zapaterías, un par de bares, una pastelería -Tarrés-, una casa de alquiler de triciclos -Alfredo Arias- ,  y un reparador de calzado – Maño -. En la actualidad se han añadido nuevos negocios, una peluquería, un dentista, una óptica y un par de inmobiliarias.

Los pisos fueron viviendas por los trabajadores del Born y del mercado central del pescado. Unas viviendas que extrañamente tenían ascensor.

La Barceloneta puede llegar a ser despiadada. Antaño, un barrio solidario, con una gran carga de humanidad, ha perdido los valores de los que siempre hicimos alarde y se ha convertido en uno coliseo en el que damos rienda suelta a los instintos más bajos , la codicia, y sobre todo ,la envidia ,hace que cada palo aguante su vela. Consentimos que cierren los comercios de toda la vida y nos desplazamos a comprar a los barrios vecinos -Santa Caterina, Born o Boqueria -, o lo que es peor ,lo hacemos a través Amazon por internet , provocando la muerte de nuestro comercio, y en consecuencia, la de nuestro barrio.

Hoy el turismo y el comercio extranjero imponen una nueva forma de vida, nuevas costumbres, religión, idioma…

Las personas como en Jaume Blanch han dejado de buscar.

Vicens Forner

Fotógrafo y cronista

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