El puerto oculto

El puerto de nuestra ciudad guarda celosamente oculto en las miradas de los ciudadanos, imágenes, lugares, olores, sonidos, oficios, y actividades que mantiene aisladas otros lugares, - los lúdicos -, a los cuales sí tienen acceso los visitantes y el público en general.

Algunos artistas con los sus pinceles, unos otros con sus cámaras de fotografiar, y la mayoría con la memoria, hemos podido coleccionar las imágenes que a lo largo de nuestra vida nos permiten recordar una época de nuestro barrio de la que nuestro puerto se nutría, y en un quid pro quo alimentaba a los habitantes de la Barceloneta.

Éstas fotografías muestran a través del trabajo del autor, una vida intensa, con un corazón que late oculto y que reflejan el esfuerzo en los más variados oficios y los diversos escenarios en los que se realizan durante 24 horas al día 365 días al año en turnos de 8 y 10 horas diarias en este puerto que fue, en otros tiempo, motivo de orgullo para nuestra ciudad.

Un 90% de los vecinos de este barrio dependía directa o indirectamente del puerto para su subsistencia. La Barceloneta, en los años ochenta, la habitaban treinta mil almas, era un barrio marinero, pesquero, portuario, comercial, y sobre todo industrial. Una red de empresas todas ellas vinculadas a la industria naval hacían de la Barceloneta, un lugar en el que nunca debería faltar el trabajo.

En el siglo 19, al amparo de un puerto que empezaba a existir y nos permitió unir su destino al nuestro, la Barceloneta se convirtió en un barrio marinero. Ligados a la actividad portuaria se convertiría en uno de los barrios más importantes de Barcelona a causa de su tejido industrial y comercial. Con industrias, como la Maquinista Terrestre y Marítima, donde se construían motores de buques y máquinas de tren dando trabajo a miles de obreros de la metalurgia. Astilleros, como Vulcano, Vasco Catalans, o el dique seco donde reparaban barcos mercantes . Había también más de un centenar de pequeñas y medianas industrias de construcción y reparación de barcos -sobre todo de pesca- los astilleros: Hermanos Garcia, Escolà, Viudes, Millans, Cardona… Talleres de mecánica y herrería de ribera: Pons, Cardona, Forner, Giralt… y de todos los oficios relacionados con el mar: calafados, pintores, fundidores, tiendas de suministros de efectos navales, navieras, estibadores, prácticos, remolcadores, amarres. Catalana de Gas, los mercados de abastecimiento, Central ( pescado ), la empresa Hermanos Alexander, constructores de máquinas y calderas de vapor.

Un sector de los más importantes y que daba trabajo en aquellos tiempo a más de un millar de trabajadores, y lo que además imprimió identidad a nuestro barrio, la pesca. De los más de 200 buques de cerco, arrastre, trasmallo, palangreros que habían a los años 80, hoy sólo quedan una veintena que atracan en precario en un muelle menguante, condenados a desaparecer como sector primario para pasar a ser un sector de servicios para la náutica y el turismo.

Hoy ya no quedan marinos, ni tampoco industrias, según las instituciones el barrio está mejorando su fisonomía, cambiando su estilo de vida sustituyendo sus principales actividades por otras más de acuerdo con los nuevos tiempos. Algunos no se cansan de argumentar que las industrias ensucian, y sobre todo hacen mucho ruid , no lo podemos negar. Los que hemos nacido en este barrio recordemos – algunos con nostalgia – aquella sirena que avisaba de los bombardeos durante la Guerra Civil y que más tarde, durante muchos años, marcó los turnos de trabajo del dique seco -UNB y astilleros Vulcano -; sonaba cada seis horas de día y de noche y nunca nadie se quejó. También sonaban los silbidos de los barcos maniobrando, o llamando al práctico, y resonaba también en medio de la noche el silbido de los trenes de cercanías que anunciaban su salida. Eran los sonidos del trabajo –que hoy escasea -.

En cuanto a la Barceloneta, ya nos hemos acostumbrado a otra clase de ruidos: la música del hotel Vela hasta altas horas de la madrugada, los chillidos en plena noche de los turistas incívicos, las peleas, los músicos callejeros, el botellón, los gritos de las pobres víctimas – turistas en su mayoría – pidiendo auxilio en plena noche llamando a la policía, todo nos resulta tan familiar como la vieja sirena o los silbidos de los barcos.

Hoy este barrio marinero deja paso a otra industria: la náutica, que se está imponiendo en el mercado nacional, y que la Barceloneta tiene en el Port Vell y M92, –una moderna industria – su máximo exponente, y en la que tanto el barrio cómo muchos de los profesionales de la desaparecida UNB tenían puestas sus esperanzas de continuidad en el sector de la reparación, construcción y mantenimiento de barcos. Hoy estas empresas han ido cambiando de manos pasando a ser propiedad de lobbys: Rusos, Catarís, Turcos, Chinos o Judíos, que monopolizan el trabajo impidiéndonos la entrada en nuestro puerto.

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