Cuando la orquesta deja de sonar: investigando los elementos sobre el desarrollo del cáncer

El cáncer es la principal causada muerte en el mundo. Es responsable de una de cada seis muertes que se registran.

“Si llenamos una habitación de personas y les preguntamos si conocen a alguien que haya padecido cáncer, la mayoría de ellas levantarán la mano”, explica Júlia Urgel, estudiante de doctorado en el Laboratorio de Biología del Cáncer del Departamento de Medicina y Ciencias de la Vida de la Universidad Pompeu Fabra.

El cáncer no es más que “un crecimiento desmedido de células que han perdido su identidad y función”, dice Etna Abad, estudiante de doctorado en el mismo laboratorio. Una situación de caos celular que, a menudo, se debe a que la célula pierde proteínas esenciales por suprimir la aparición de tumores, como la p53.

En palabras de Etna, “la p53 es como la directora de una orquesta. Ayuda a la célula a gestionar y regular el ciclo celular, el uso de nutrientes, la división, la muerte, etc.

Si deja de funcionar, comienza a dar indicaciones erróneas y todos estos mecanismos fallan”. “Tanto es así que en el 50% de los casos de cáncer, la p53 está mutada. Y por ahora, no tenemos terapias efectivas para tratar estos casos”, añade Julia. En su laboratorio todos estudian el rol de la p53 de una u otra forma. Mientras que Etna estudia si una proteína regulada por la p53, que es un supresor de tumores en linfomas, también es importante para otros tipos de cáncer, como el de pulmón; Julia estudia el metabolismo celular, es decir, cómo la célula obtiene energía y cómo coge las piezas para construir todo lo que necesita para funcionar correctamente. Porque las células cancerosas tienen un metabolismo algo distinto. Por eso intenta encontrar aquellos genes que son esenciales para que una célula cancerosa sobreviva. Y aunque ambas trabajan en el laboratorio y están alejadas de los pacientes, admiten que siempre tienen la terapia en la cabeza. Pero que, primero, necesitan entender cómo funcionan las células cancerosas y ver qué las diferencia de las sanas. Entender cómo “hablan” las diferentes proteínas entre sí para, por último, diseñar una terapia específica y concreta.

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