El Proyecto Sostre, situado en los bajos de la calle Pescadors número 44, acoge las 365 noches del año a 6 vecinos de la Barceloneta que viven permanentemente en las calles del barrio y que por sus condiciones personales no pueden utilizar otros recursos existentes.
En el Sostre somos 50 vecinas y vecinos que nos repartimos el calendario para comprometernos una noche al mes, en la que reabrimos la puerta verde, hacemos un rato de juego de dominó o conversación, más tarde cenar – preparado para vecinas con todo el amor – , un poco de televisión…y ellos a dormir en una habitación, y nosotros – .
A las 7h de la mañana siguiente una educadora social nos toma el relevo, y con ella los residentes desayunan, reciben acompañamiento personalizado de atención psicológica y sanitaria, regularizan papeles, y ,si lo desean ,realizan actividades en Santa Lluïsa de Marillach durante el día. Con el tiempo, la relación que se establece en el Sostre entre residentes, voluntarios de cenas y de noche y educadora social, permite a los primeros estar en condiciones para ser derivados a servicios sociales mejor preparados. Cada vez que un residente se marcha, entra otro, pues desgraciadamente la realidad del sinhogarismo no deja de crecer.
33 años de Sostre
Impulsado por el propio vecindario del barrio, bajo el cobijo de la Parroquia de San Miguel del Puerto, Sostre lleva 33 años sobreviviendo en condiciones de fragilidad. Su supervivencia depende de muchos factores, económicos y humanos, pero sobre todo humanos. Todo en Sostre sigue dependiendo de la buena voluntad de las vecinas y vecinos de La Barceloneta, tal y como fue al inicio del proyecto.
El grado de fidelidad del voluntariado de Sostre es muy alto porque el grado de plenitud personal que aporta es también muy alto, sobre todo si lo relacionamos con el grado mínimo de interferencia que genera a nuestra vida cotidiana. Es sólo una noche al mes para vivir – acompañados de otra voluntaria – una realidad diferente en la que aportamos y recibimos mucho valor.
50 vecinas y vecinos
Porque a menudo la vida nos arrastra sin abrirnos espacios para salir de nuestro ‘mundo pequeño’, y esto nos genera dudas sobre el sentido de todo; es entonces que abrir una pequeña rendija – en forma de puerta verde – para acoger y ser acogidos a otra realidad nos llena, libera sy clarifica.
Somos cincuenta que celebramos con frecuencia habernos conocido y relacionarnos sólo desde el vínculo de la buena voluntad… y es ese vínculo el que a menudo, demasiado acostumbrados a relaciones individualistas y egocéntricas, nos cura de nuestras propias soledades. Somos cincuenta, pero deberíamos ser más, pues inevitablemente algunas nos vamos haciendo mayores y es necesario que en Sostre entre nueva energía. Anímate, todas y todos lo necesitamos… ¡y quizás vosotros también!