La sonrisa de Amazon

Empezaron llamándolo globalización. El caso es que aquí se hinchaban en vender a los chinos y yo no tengo muy claro que hiciéramos nosotros lo mismo en China.
Luego aparecieron una especie de clonaciones a las que se les bautizó con el nombre de franquicias. Eran iguales y estaban en mi barrio, pero también las veía cuando iba a visitar otros barrios o ciudades.

Mientras, surgieron tiendas de alimentación y no sólo alimentación con horarios más flexibles que un chicle “Bazooka”. Son una evolución de las droguerías ( colmados ) donde siempre eres recibido con un ‘hola amigo’.

También se alojaron los todopoderosos supermercados para vender naranjas que ya no son de Valencia y pescado que ya no es de la nuestra “Platgeta” (Lonja) .

Para rematarlo, descubrimos que podíamos comprar todo esto y más desde casa, entrando a cualquiera de las miles de tiendas online que nos aparecen en pantalla. Especialmente una que nos sonríe maliciosamente.

Globalización, franquicias, grandes superficies, comercio online… ¡Esto tiene poco que ver con hace no más de 25 años!

Pero, como toda evolución que se precie, ésta tiene sus víctimas , a las cuales, como si se tratara del lince ibérico o el oso polar, dicen los que mandan que es necesario proteger. Según la ocasión le llaman “comercio de proximidad”, “producto de km 0” y otras denominaciones incluso más creativas. Pero la realidad es que cada día se bajan persianas o se sustituyen por otros negocios que pagan inexplicablemente traspasos y alquileres millonarios. ¿Cómo se lo montan?

Pero como dijo aquel sabio: «es lo que hay». Se cierra porque no salen los números. Porque nos comen los impuestos. O porque no se ha sabido evolucionar. Quizás porque ya no interesa lo que se vende, o cómo se vende o cuándo se vende. O una suma de todo.

Pero sólo un detalle: no olvidemos que no hablamos de linces ibéricos ni de huesos polares; hablamos de familias.

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