Establecimientos que lleven décadas y generaciones en el barrio
No hace tanto tiempo, o quizás sí hace ya demasiado tiempo, los vecinos compraban todo, o casi todo, en el barrio y sólo tenían que ’“ir a Barcelona” en puntuales ocasiones a hacer alguna compra en coche, con el 45 o a pie Via Laietana arriba, «que en la Plaza Catalunya se llega en 20 minutos». Se salía a encargar los Reyes al Corte Inglés, Can Jorba o a los bazares de la Plaza Palau, a rellenar algún trámite administrativo o a una “visita obligada” a Sancho de Ávila. Y poco más. El resto lo tenías todo a dos pasos de casa.
Era lo que ahora dicen comercio de proximidad. Antes era un comercio tradicional familiar que pasaba de padres a hijos a ambos lados del mostrador: el del vendedor y el de los clientes. Esto generaba una dinámica actividad económica local destinada a cubrir las necesidades locales. Una especie de autoconsumo en el que los clientes eran los propios vecinos. Nos vestíamos en las tiendas del barrio, hacíamos la compra al mercado, íbamos todos al mismo médico, llamábamos al fontanero del barrio,… y así a pesar de todos.
Esta actividad comercial generaba ,a su vez ,una intensa actividad social. Se hacía vida callejera y se coincidía en los establecimientos. Se charlaba sin prisa mientras tocaba tu turno. Te ponías al día de las novedades de tu interlocutor y sobre todo de las de terceros.
Hoy es muy distinto. Esto ha desaparecido o -como a otros les gusta decir- «ha evolucionado» mucho. Franquicias, multinacionales, comercio online, bazares y tiendas de personas de fuera con horarios eternos, que proliferan tanto dentro como fuera del barrio. Todo en su conjunto ha sustituido en gran parte a este tejido comercial ya la vez social tan propio de una comunidad (barrio pueblo) claramente delimitada, donde la gente se conocía e interrelacionaba.
¿Mejor? ¿Peor? Sin duda, distinto.