“En la Barceloneta , el tren siempre nos hace la puñeta”.
Hubo un tiempo, entre los años 50 y 80, que el tren de mercancías que iba al puerto cruzaba por la Barceloneta. Era interminable y no se acababa casi nunca. Los peatones más atrevidos subíamos y bajábamos con el tren en marcha, y los más precavidos se esperaban y tardaban unos 15 minutos o más a pasar. Para estos era la excusa ideal para llegar tarde al trabajo o a la escuela.
Los coches que se quedaban atrapados por el tren se los sentía tocar el claxon durante mucho rato. Era una manera de soltar la adrenalina acumulada en la espera.