El partido más sorprendente en el campo del Barceloneta
Antes de que las redes sociales nos dieran la posibilidad de pelearnos con un “tuitero” de Nueva York, con el que discutías era con tus vecinos. En la Barceloneta saltaban chispas con los del barrio de al lado, el Born. Al igual que la publicidad de entonces decía que “ Siempre hay un motivo para usar Nivea » , siempre había algún motivo para atolondrar a alguien del Born. Y siempre era un acto de justicia, porque el atolondrado le había pegado antes a alguno del barrio. Las bandas fueron aumentando de tamaño y empezaron a traer la voz cantando los más violentos. Las peleas, con martillos y navajas, se van.
Mi “ garganta profunda”, tan profunda que nunca se llena de los boquerones en gabardina de la Bodega Sergio ni de cervezas, me cuenta que al Sopa le habían rodeado ocho o diez del Born y le habían “trincado ”su cazadora negra de cuero con flecos a las mangas. Y de propina le habían dado un par de hostias. Le dijeron que a ver si tenían valor los de La Barceloneta de ir al día siguiente a buscar la chupa, que estarían esperándoles a la plaza de les Olles. Se reunió una docena y, armados con cadenas, navajas, llaves inglesas y martillos, fueron a buscar a los del Born. Me contaba mi amigo, entre boquerón y cerveza, que se sabía que un día habría una desgracia y esta tarde de invierno tenía todos los números a la tómbola de la tragedia.
Llegaron a la Plaza de les Olles y los del Born eran otra docena más, y se empezó a escuchar el zumbido de las hojas de las navajas automáticas que sacaban el corte. Ambos grupos se plantaron cara a cara y el cabezilla de los del Born echó la chaqueta del Sopa al suelo, como si fueran a jugar al juego del pañuelo. Una pareja de «pipiolos” que estaba a la plaza besándose, levantaron el vuelo a la carrera.
Venía con los de La Barceloneta uno que le llamaban Anguila, de esquifido que era. No era nada de la bronca, pero era amigo del Sopa y había tenido que sumarse. Pasó delante y se puso a decir:
-Si empezamos a echarnos puñaladas nos desgraciaremos. Hay que pelearse, pero podemos aclarar esto de otra forma: en el campo de fútbol. Quien gane se queda la “chupa negra” .
Hubo un altercado pero les debió entrar un poco de cordura en la cabeza y dijeron que sí unos y otros, pero a ver quién iba a hacer de árbitro. Uno propuso a un joven mossèn que hacía de ayudante en Santa María del Mar. Aceptó enseguida, ya que era muy futbolero, y cogió un silbato, porque vestido de negro ya iba perfecto de árbitro. Fueron todos hacia el antiguo campo de fútbol del Barceloneta, al final del final del Paseo Marítimo. Era ya noche cerrada cuando llegaron y estaba todo tan en silencio que sólo se oía rodar las olas. Al cura tuvieron que ayudarle entre tres a saltar la valla. La iluminación fue la luna, que esta noche estaba plenamente llena.
Se dejó la “chupa negra” del Sopa en el banquillo y sacaron de medio campo los del Born. Como se jugaba a la penumbra, hubo alguna patada de más y alguna amenaza de pelea, pero el cura se impuso y el partido llegó al descanso con 1-0 a favor de los de La Barceloneta, con un cabezazo de uno que llamaban el Tapia. En la segunda parte empató el cabezilla de los del Born. A falta de siete minutos, uno de La Barceloneta, que no se sabe quién era de tan oscuro que estaba, regateó a tres defensas y al portero y se metió en la portería con el balón. Cuando le capellà pitó el final, los del Born empezaron a quejarse, que no les habían pitado un penalti, que querían la revancha o no valía.
Entonces empezaron a sonar las sirenas de la policía. Arrancaron todos los jugadores a correr hacia la valla del fondo y se fugaron por el descampado de lo que había sido el Somorrostro y la policía sólo encontró al cura rezando.
Me dice mi “garganta profunda” que al poco tiempo dejó de ser cura, se juntó con una taquillera del cine Novedades y se hizo cantante, y que en los conciertos que daba en los centros cívicos siempre llevaba una “chupa” negra con muchos flecos .