Arte y miseria

Podría ser el título de una película, pero es el de una realidad cruda y curiosa.

 

Miseria

Solo catequistas y, el que hoy diríamos ONGs y entonces se conocían como Obras Sociales, se preocuparon de la vida de esta gente. La iglesia levantó una pequeña escuela-capilla a la cual apenas podían asistir una mínima parte de los niños del barrio. Sacerdotes como el padre Isidoro de Melquíriz o Xavier Vallory, o profesoras voluntarias como Maria Lluïsa Bernades o Pilar Castillo, entre otras muchas personas, se preocuparon muchísimo más por esta comunidad que las Administraciones. “Aquí no baja ni la policía”, acostumbraban a decir resignadamente los vecinos cuando se organizaba alguna trifulca. 
Un ejemplo que describe el perfil de una familia tipo podría ser el que hace el arquitecto Guillem Masana, que elaboró un plan y censo de la zona por encargo de la Obra Social del Somorrostro. Dice textualmente: “Barraca número 493. De Vicente Fernández Fernández. Nacido en Solva(Almería). Trabaja de cacharrero cuando puede. Casado cono 6 hijos, de 1 a 13 años. Genteordenada. No tienen ninguna pierna y apenas ropa. Hay 2 habitaciones pequeñas de 5×3 metros totales. La esposa hurta verduras cuando puede”. 
Calles que eran un lodazal, barracas de mala muerte a merced de las inclemencias del tiempo y de los temporales. Es fácil adivinar que la zona era un nido de enfermedades, focos de infecciones, y en otro orden de cosas, un escenario de relaciones sexuales muy precoces que acostumbraban a acabar en maternidades casi infantiles.

 

Arte

Quizás a menudo lo Somorrostro se relaciona con el arte del flamenco que nos dejaron alguno de sus habitantes. La más destacada representante fue, sin duda, Carmen Amaya, todo un mito. También hay que destacar a la bailadora sordomuda Antoñita La Singla, o al maestro Juanito Varea, entre otros. La literatura y el cine, especialmente la película “Los Tarantos”, también ayudaron a construir esta imagen paralela un poquito folclórica del Somorrostro.

 

Diarios del Somorrostro

Para no olvidar una época, un barrio, una gente. En esta publicación de Laura de Andrés Creus, escrita a partir de los diarios personales de Guillem Masana y Montserrat Serra, se describe la obra social que jóvenes de la época como Carme Catà, Pilar Bonfill, Vicenç Sánchez Bubi y Xavier Vallory, entre otros, hicieron al Somorrostro. Inicialmente ni conocían el lugar, pero cuando lo descubrieron decidieron ayudar a sus necesidades habitantes, tan olvidados por las instituciones.

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