El 26 de Mayo de 1948 llegó a Barcelona el Doctor Alexander Fleming, quien tres años antes había ganado el premio Nobel de Medicina por uno de los descubrimientos más sanadores de la historia: la penicilina. Su anfitrión fue el doctor Trias de Bes, director del Hospital de Nuestra Señora del Mar de Barcelona.
La hemeroteca del diario La Vanguardia permite seguir detalladamente su estancia en la ciudad hasta que el 7 de Junio salió hacia Sevilla, con crónicas diarias de todas sus conferencias y actividades de la mañana por la noche. Desde sus paseos por la Rambla en su excursión a Montserrat.
En la crónica del Lunes 31 de Mayo de 1948 se relata la llegada a las 12.00h de Sir Alexander Fleming en el Hospital de Nuestra Señora del Mar, acompañado del director del Instituto Británico. A las 12:20h «se dirigió a la nueva sala de conferencias del Hospital de Infecciosos, dependencia que precisamente se inauguraba con la conferencia del sabio investigador británico». A las 12.30h “inició su conferencia, que versó sobre el tema Algunos aspectos de las heridas sépticas”. Tras detallar el contenido de la conferencia, el periodista nos informa que “rodeado de la general admiración y de sus colegas barceloneses, el insigne investigador se dirigió al piso superior, y en la Biblioteca le ofrecieron una copa de vino español ”.
Y en el siguiente párrafo de la crónica se nos dice que “por la noche el doctor don Luis Trías de Bes y señora agasajaron a Sir Alexander Fleming ya Lady Fleming con una cena en su residencia particular”.
En esta crónica que seguía su visita al minuto hay un salto desde ese aperitivo a la biblioteca hasta la cena. La Vanguardia no quiso alarmar a sus lectores con la noticia de que el gran científico estuvo varias horas desaparecido.
Esencia Barceloneta está en situación de esclarecer esta misteriosa desaparición gracias a el acceso a una fuente callada durante décadas: hasta que su “ garganta profunda” fue untada con los boquerones en vinagre que hacen en el Moll del Rebaix y ablandada con unos tragos de rosado.
Esa persona, que desea permanecer en el anonimato, me explicó que cuando le sirvieron a Fleming una copa de vino en la biblioteca del hospital, frunció las cejas y el camarero se dio cuenta. Como años atrás había servido en una línea marítima entre Santander y Plymouth sabía algo de inglés. El ilustre científico le dijo que llevaban cinco días hinchándolo a vino. Que daría lo que fuera por una cerveza.
Nos dice nuestro informante que el camarero y Fleming se miraron . El camarero, todos le llamaban Cisco de Cal Guitarra, gritó para que todos lo sintieran como le indicaba el camino al servicio al señor. Cuando salieron al pasillo, aceleró el paso y le dijo que le siguiera. Salieron por la puerta de entrada de mercancías del hospital y se encaminaron hacia la Barceloneta.
Antes de llegar a la canela donde después estaría la fuente de Carmen Amaya, entró en la taberna de Encarni y los parroquianos se quedaron pasmados de ver a Cisco con un señor tan bien vestido y más blanco que la leche. La Señora Encarnación dio un guantazo en la barra: “¡Pero si a este señor ha salido hoy al diario! ¡Si es una eminencia! ¡Ha salvado más vidas que Agustina de Aragón!”
Cisco le dijo que el hombre necesitaba una cerveza y se abalanzaron cuatro o cinco en la barra para invitarle. Lo que ocurrió es que al momento tenía una fila de media docena. Y Fleming se tomó una. Luego dijo que se tomaba la última. Pero uno se puso a cantar a una de esas habaneras melosas y se tomó la tercera. En la cuarta el Profesor Fleming cantaba habaneras como si hubiera nacido en Cuba.
Cuando regresaron al hospital eran las cinco de la tarde y como Cisco vio que había once coches de policía en la puerta, se despidió con un abrazo y con la promesa de amistad eterna. En la puerta del hospital estaba incluso en el presidente de la Diputación junto al comisario jefe de Barcelona. Le preguntaron nerviosos si le habían secuestrado pero cómo vieron que se le escapaba la risita y que iba blando, decidieron que echara la siesta en la cama de los médicos de guardia. Tuvieron que despertarle a la hora justa para llegar a la cena con el director del hospital.
Esto explicó nuestro informante, entre boquerón, anchoa y trago de vino, porque a él se lo contó un sobrino del Cisco . Y esa verdad les explicamos.