El Somorrostro

Barracas al lado del mar

Lo Somorrostro fue uno de los barrios de barracas más emblemáticos de la ciudad de Barcelona. Se creó hacia el 1875, en un lugar donde podría haber habido anteriormente barracas de pescadores. El barrio quedaba oculto a las miradas indiscretas, entre las fábricas y la vía del tren. En los años 1940 empezó a crecer, con inmigrantes procedentes otras partes del Estado español.

Se llegaron a contabilizar 2.357 barracas que albergaban aproximadamente a 18.000 personas. El más normal era que malvivieran familias de al menos 9 personas amontonadas en cubículos de apenas 4×3 metros.

Lógicamente, excepto para dormir o refugiarse de la lluvia o el frío intenso, la vida solía transcurrir al exterior de la barraca.
Al Somorrostro vivía una importante comunidad gitana. La mayoría de los vecinos eran trabajadores, que salían por la mañana, se desplazaban en el centro de la ciudad y volvían por la noche: trabajaban, pero los bajos sueldos no los permitían pagar un alquiler. Un problema muy actual.

 

El chabolismo en Barcelona

Lo Somorrostro no era ni mucho menos el único asentamiento de barracas que se localizaba en Barcelona. En los años 40 y 50 del siglo XX, miles de familias vivían en complejos de barracas. El 1945 el Ayuntamiento de Barcelona había censado 138 núcleos barraquistas. El año 1956 el Patronato de la Vivienda calculaba que existían unas 14.000 barracas. Aunque para el Ayuntamiento apenas constaban censadas la mitad. 

El fenómeno del chabolismo no era nuevo, pero nunca antes había crecido de manera tan exponencial. El desarrollo industrial del primer tercio del s. XX, especialmente a partir de la Exposición Universal del 1929, y la instalación de infraestructuras (alumbrado de calles, red de metro y de tranvías, etc.) y multitud de obras en una ciudad que en poco tiempo había pasado de los 500.000 al millón de habitantes, requería mano de obra, poco cualificada y todavía menos remunerada, la cual en gran parte fue inmigrante. En paralelo, había una falta de vivienda a precio accesible para gran parte de estas personas, emigrantes e incluso autóctonas, pero siempre con escasos recursos.

El resultado fue la aparición de núcleos de barracas cada vez más numerosos y poblados. Por otro lado, para la Administración, las barracas eran una solución fácil que los evitaba la construcción de vivienda social o protegido.

 

El fin del barrio

La destrucción de las barracas se inició por presiones del Gobierno Civil a mediados de los años 50 y, en el caso del Somorrostro, se intensificó con el inicio de las obras del Paseo Marítimo en marzo de 1956. Se destruyó una primera fase de barracas, las que estaban ante la Catalana de Gas y del Hospital de Mar. Con la construcción del Paseo Marítimo se pretendía, en palabras de la Comisión de Urbanismo, “erradicar zonas de barraquismo y miseria para convertirlas en bellos parajes aptos para la gente humilde pero honrada, para balnearios y comercios marítimos”.

Esta actuación fue el punto de partida para ir “limpiando” el chabolismo de la zona. Fuertes temporales marítimos, precisamente en esta época, ayudaron a derrumbar barracas que ya no se volverían a levantar. Como dato para hacernos una idea, la prensa informaba que un temporal de levante arrasó 33 barracas en las cuales vivían 197 adultos y 69 niños de menos de 10 años. 

El Somorrostro agonizaba hasta acabar repentina e inesperadamente. Después de años de planes para reubicar sus habitantes, que nunca acababan de cuajar, el junio de 1966 se derribaban, a toda prisa, las barracas que quedaban. El motivo? A principios de julio Franco presidía allá mismo la Primera Semana Naval. Unas maniobras militares anfibias que incluían un desembarco en la playa del Somorrostro. Algunos de los vecinos fueron reubicados en pisos de Sant Roc, en Badalona, y en otras viviendas. Pero otros muchos fueron trasladados provisionalmente al Estadio de Montjuic, al Palacio de las Misiones y al Pabellón de Bélgica. Pasarían años y años en estos edificios municipales, como denunció en la época el periodista Josep Maria Huertas Clavería.

Más artículos