Unos abren y otros cierran

Año 2008, el bar Emilio cierra puertas para no volver a abrir. Aquel templo de la caña y el bocadillo de morcilla blanca cae víctima de la especulación y la jubilación de Evaristo, y Paco, que heredaron el negocio del padre –Emilio el Gafas– que lo regentaba desde hacía mes de 100 años. Un golpe muy duro para una clientela que se encontró en la calle sin un espacio donde ir a hechar la charla y compartir mesa y pelea.

Un lugar de encuentro para la gen del barrio que el turista no se había atrevido a profanar. Pepe Rubianes fue durante muchos años un asiduo de este lugar de acogida donde pasaba las mañanas compartiendo mesa con los nativos que no dejaban de sorprenderlo con sus historias y chistes.

Unos años mas tarde, ene el 2016, el que fue –durante casi un siglo– el restaurante insignia de nuestro barrio “La Puda- Can Manel”, cae también, y reabre sus puertas, renovado, con nuevos propietarios, otro estilo, y otro nombre.

Y como si fuera una hilera de fichas de dominó a escasos 400m de distancia otro icono de la restauración –El Hispano–  cierra para, al igual que el anterior, pasar a unas manos ajenas.

A este hecho se le llama, traspasar el negocio. Una situación que se repite a menudo en la Barceloneta, –en toda Barcelona pienso yo–; es lo más natural, y personalmente, me alegro por los propietarios que después de toda una vida detrás de unos fogones, o regentando un negocio que cada vez lo es menos, cuestionan si merece la pena aguantar y trabajar hasta el final.

Pocos bares y restaurantes siguen en manos de sus fundadores o de los herederos, de estos: el Jaica, la Cova Fumada, Can Sole, Paco Alcalde, el Rey de la Gamba, el Salamanca, Ramonet, el Can Ros, el Vaso de Oro, Rossinyol, Can Majó, y puede que alguno más.

Todos los otros casi un centenar han sido traspasados o vendidos, –y algunos, mas de una vez–. Como el Cherif, Can Joanet, Casa Tipa, Villoro, Costa Brava, y una cincuentena mas que hoy se encuentran en manos de extranjeros que han subido los precios y no tienen nada que ver con la tradición de la cocina de la abuela que ha dado prestigio a este barrio que un día fue marinero.

Los elevados alquileres, los impuestos abusivos, las normativas descabelladas y el bajo poder adquisitivo de los clientes, provocan que los comerciantes de la Barceloneta tengan que traspasar, vender, o cerrar los negocios, sobre todo cuando llega la edad de jubilarse.

Muchos vecinos defendemos a ultranza el comercio de proximidad, a pesar de que en la hora de comprar preferimos ir a las grandes áreas, a los supermercados, o en el caso del mercado, nos escapamos a Santa Catalina, o la Boquería provocando que al nuestro, cada día se cierren mis paradas. Esta actitud hipócrita con la cual queremos justificar el hecho de que no somos capaces de defender o al menos revertir el negro futuro del comercio en la Barceloneta, solo sirve para engañarnos a nosotros mismos intentando desviar nuestra responsabilidad hacia otros sectores –como el turístico– que en realidad por el comercio puede acabar siendo la solución.

La Barceloneta fue durante mes de dos siglos un barrio comercial e industrial, los horarios de trabajo eran de 24 horas en turnos de 8 horas, los obreros de ida y de vuelta al trabajo pasaban por el bar, provocando que nunca pudieran cerrar, como mucho medio hora para limpiar cada 8 horas. Con pisos de 30 metros cuadrados los padres de familia hacían más vida en el bar que en casa.

Cada día somos mas conscientes que en esta nueva Barceloneta que se proyecta sobre el papel en los despachos de los especuladores y los funcionarios no están reflejadas las “personas” que viven con 400 euros de pensión o de viudedad –que aquí somos mayoría–.

A esta situación le dicen progreso, y se un tren que no se puede parar, lo tenemos que coger en marcha, preparando a nuestros jóvenes y convenciéndolos que la formación como profesionales será fundamental por su supervivencia en el barrio.

En cuanto a los negocios que se traspasan, como bien dijo un día Paco Camarasa al público que se lamentaba –cuando cerró la librería Negra y Criminal–:  “Si no queréis que cierre, compradme libros”.