Punto de encuentro de la historia de Cataluña

El Museu d’Història de Catalunya (MHC) fue creado en 1996 para conservar, exponer y difundir la historia de Cataluña como patrimonio colectivo y hacer conocer la historia y la cultura catalanas a escala nacional e internacional.
A sus instalaciones podemos disfrutar de exposiciones temporales, regularmente programadas, y de la exposición permanente «La memoria de un país».

Exposición permanente «La memoria de un país»

La exposición permanente «La memoria de un país», muestra la historia milenaria de los hombres y mujeres que han vivido en las tierras que hoy conocemos con el nombre de Cataluña, tanto en su dimensión política como económica, social y cultural.

Es un relato histórico sintético y global construido a partir de las diversas ciencias sociales y humanas, ordenado cronológicamente desde la prehistoria hasta hoy día y que hace atención especialmente en la vida cotidiana, cosa que permite al visitante conocer de primera mano las raíces de nuestra historia, como nació y como se expandió nuestra nación, sus periodos de prosperidad y decadencia, y su devenir hasta llegar a nuestros días. Además, numerosas escenografías, como una casa de artesanos medievales, el despacho de un propietario textil o un hogar de los años treinta, con interactivos permiten a las personas visitantes aproximarse de una manera lúdica, participativa y manupulativa en las principales épocas, culturas, acontecimientos y personajes que han constituido la historia de Cataluña. El relato de esta historia se divide en 8 ámbitos y se despliega en el perímetro de las salas.

Ámbitos de la exposición permanente

Las raíces (De la prehistoria en el siglo VIII)

Desde el periodo más remoto de la prehistoria, las tierras catalanas son testigo de actividades humanas. Situada al extremo occidental del Mediterráneo, Cataluña es una zona de por la cual han transitado y se han asentado las más diversas culturas.

El periodo neolítico. El siglo VII aC y la influencia de pueblas orientales como los griegos o los fenicios, cristaliza en la cultura íbera. La llegada de los romanos, el 218 a. C. La caída del imperio romano, en el siglo V, con la posterior creación del reino visigodo.

El nacimiento de una nación (Del siglo VIII en el siglo XIII)

El año 711 un ejército musulmán emprende la conquista de la Hispania visigótica. La península ibérica, rebautizada con el nombre de al-Ándalus, se incorpora al Islam. A lo largo de cuatro siglos, las tierras de Balaguer, Lleida, Tarragona y Tortosa forman parte de este imperio.

En la frontera entre al-Ándalus y el imperio carolingio, a cobijo de los Pirineos, se forman los condados catalanes. A partir del siglo X, bajo la hegemonía del casal de Barcelona, los condados acontecen independientes del poder de los reyes francos y, con el paso de los siglos, ganan importancia política en el contexto de la Europa feudal. La conquista de la Cataluña Nueva, la vinculación con Occitania y la unión dinástica con Aragón, consolidan el nuevo estado.

El mar nuestro (Del siglo XIII en el siglo XVI)

Al siglo XIII, la conquista de los reinos de Mallorca y Valencia por parte de Jaime I inicia una etapa de expansión militar y mercantil por el Mediterráneo que se extiende hasta el siglo XV.

El arte gótico sustituye al románico y la cultura literaria conoce un gran desarrollo. A nivel político, se conforman las principales instituciones de gobierno del país: las Cortes, la Generalitat y los Consejos Municipales. EL hambre de 1333 y la peste negra de 1348 marcan, pero, el comienzo de una profunda crisis demográfica, económica y social.

En el campo, los campesinos de «remensa» se levantan en armas contra los señores mientras que en las ciudades se viven profundas conmociones sociales. En la segunda mitad del siglo XV, una larga guerra civil (1462-1472), que enfrenta la corona con la Generalitat, asola el conjunto del país. El 1479 el acceso al trono de Fernando II, casado con Isabel de Castilla, supone la unión dinástica de las dos coronas.

En la periferia del Imperio (Del siglo XVI en el siglo XVIII)

La edad moderna es para Cataluña un periodo de expansión económico y demográfico, no exento de conflictos. Las guerras de los Habsburgs para lograr la hegemonía europea, el aumento de los coros berberiscos y otomanos en el Mediterráneo occidental y el bandolerismo, provocado por el incremento de las desigualdades internas, caracterizan una época marcada también por la estética exuberante del barroco y los dogmas de la Contrarreforma.

Los conflictos de Cataluña con la monarquía tendrán su apogeo durante la Guerra de los Segadores (1640 – 1659) y la Guerra de Sucesión (1702– 1715). A finales de esta, Felipe V, el primer rey de la rama española de Borbones, abole las constituciones y las instituciones propias, a través del Decreto de Nueva Planta.

Vapor y nación (De los siglos XVIII y XIX)

A lo largo del siglo XVIII, una vez superada la derrota de 1714, Cataluña inaugura un periodo de crecimiento económico en el cual se ponen las bases de la revolución industrial.

La industrialización se inicia a partir de 1830, fundamentada en el sector textil. Vapores y colonias fabriles configuran un nuevo modelo económico que transforma la geografía y la sociedad catalana. El crecimiento de las ciudades corre en paralelo a la extensión de dos nuevas clases sociales: la burguesía industrial y la clase obrera.

La construcción del estado liberal español encuentra respondida, en Cataluña, en el carlismo, el republicanismo federal y las campañas proteccionistas. Al mismo tiempo, se inicia la Renaixença (Renacimiento).

Los años eléctricos (Del 1900 al 1939)

A principios del siglo XX Cataluña es un país que hierve en el ámbito político, económico, social y cultural. La crisis del régimen, propicia el ascenso del republicanismo y del catalanismo político que, a las elecciones de 1907, obtiene una gran victoria. En este contexto, se constituye la Mancomunidad de Cataluña (1914), el primer órgano de autogobierno desde 1714.

La industria catalana vive una etapa de diversificación y el movimiento obrero, de raíz anarcosindicalista, se consolida y consigue la instauración de la jornada de ocho horas después de una huelga general (1919). La conflictividad social y la dinamización de la cultura propia, con el novecentismo y las vanguardias, son dos elementos que marcan este periodo, junto con la dictadura militar de Primo de Rivera (1923 -1930).

Con la proclamación de la Segunda República española (1931), se aprueba un estatuto de autonomía política para Cataluña. El golpe militar de 1936, pero, inicia tres años de cruenta guerra civil que acaba con la instauración de la dictadura del general Franco. El autogobierno es abolido y los movimientos de izquierdas y catalanistas sufren una fuerte represión.

Derrota y reanudación (Del 1940 al 1980)

Acabada la guerra civil, el régimen franquista (1939-1975) provoca el exilio de miles de ciudadanos e inicia una fuerte represión hacia los movimientos catalanistas y de izquierdas. Prueba de esto es el fusilamiento del presidente Lluís Companys, el 1940. La política de autarquía y las consecuencias de la guerra abocan el país al colapso económico y a la miseria.

En un primer estadio, la dictadura se asimila a los regímenes fascistas de Italia o de Alemania, pero en el contexto de la guerra fría empieza un discreto acercamiento en la comunidad internacional y un proceso de apertura económica. La entrada de capitales extranjeros, la diversificación de la industria y el turismo, propician el arranque de la economía catalana y la llegada de miles de trabajadores provenientes otras regiones de España.

La oposición al régimen, iniciada el mismo 1939, se reorganiza y logra una importante presencia popular a principios de los 70. Después de la muerte del dictador, una nueva Constitución democrática (1978) y un nuevo Estatuto de Autonomía (1979), marcan el inicio de la recuperación de la democracia y de las libertades.

Retrato de la Cataluña contemporánea (Desde la Transición en nuestros días)

Cataluña ha vivido, desde 1980, el periodo de autogobierno más largo de su historia contemporánea. La democratización de la vida pública, la integración europea, la extensión de los servicios asociados al estado del bienestar y el aumento de la población, con la llegada de inmigrantes provenientes de todo el mundo, son algunos de los disparos característicos de esta etapa.

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