La dureza de los Mejillones

En un blog de una influencer japonesa llamada Kapenki Tamara se han reunido varios testigos de turistas de este país que estuvieron de visita al barrio portuario de La Barceloneta (en su blog figura escrita como “La Barcelonita”).

Algunos de estos visitantes explican que los llamó la atención encontrar mejillones adheridos en la pared de una fachada e incluso enviaban una foto: unos bajos de la calle de la Sal, con una puerta de madera verdosa y mejillones adheridos a la pared. Muchos de los que fueron después, no vieron nada más que una puerta cerrada y no supieron explicar el misterio.

La explicación a este raro fenómeno que se da solo algunos sábados a pleno invierno, únicamente la conocen algunos habitantes de la Barceloneta y cierta gente de fuera del barrio que tenía la costumbre de leer novelas policíacas. O, mejor dicho, novela negra. Porque en estos bajos de la calle de la Sal se tenía echada por el negro: el vino tinto, los mejillones, la novela negra. Si los propietarios del local hubieran consultado una escuela de negocios competente de estas que hay en lo alto de la ciudad, los habrían aconsejado con sana crítica haber abierto una tienda de chanclas hechas en China, un restaurante de paellas congeladas o un bar franquiciado de tacos mexicanos facturados en l’Hospitalet, pero decidieron abrir una librería que denominaron “Librería Negra y Criminal”. Vendían novelas de detectives de estas que no buscan solucionar un caso policíaco, sino resolver el enigma de nuestras propias inquietudes, carencias y deseos que nos llevan a circunvalar muchas rotondas morales y nos dejan esta sensación curva que la vida es una, pero podía haber sido otra. Esta sensación que, con un par de volteretas del destino, nosotros podíamos haber sido el muerto de la historia. También el asesino.

Al frente de esta librería estaban Paco Camarasa y Montse Clavé. Venían de perder muchas batallas contra el capitalismo y los hijos de las escuelas de negocios, pero tenían la piel resistente de los moluscos. Dos meteoritos errantes que se encontraron cuando ya no pensaban encontrar nada, y formaron un planeta. La librería se abrió en la Barceloneta como se abre un mejillón, con este hervor de fantasía que tenían los dos. Entrabas en la librería y te recibía la música suave de jazz y montones de libros de género negro. Desde la pared de delante te miraba un Humphrey Bogart vestido de Sam Spade junto al Halcón Maltés, esta estatuilla que pensaban que era de oro y diamantes pero resultó que estaba hecha con el mismo material con que se construyen los sueños.

Para animar a la gente a venir hasta la Barceloneta a comprar libros de misterio, los Sábados tomaban la calle de la Sal y se repartían vasos de vino tinto muy espeso y mejillones más negros que los cojones de Antonio Machín. Como que la gente venía el sábado a comerse los mejillones pero entre semana los hacía perezoso venir hasta un callejón de la Barceloneta a comprar un libro, lo pedían por Amazon, que se lo lleven a casa incluso en Domingo porque nos es igual que hagan trabajar al personal como esclavos. Pues en 2015 tuvieron que cerrar la puerta. La librería “Negra y Criminal” duró el que duran los sueños. Paco y Montse cerraron con la elegancia sin aspavientos con que lo hacían todo.

Pronto hará diez años de esto y aunque el olvido es una de las bendiciones y de las maldiciones de la especie humana, los mejillones tienen memoria. A veces se acercan hasta la calle de la Sal para recordarnos que dentro del caparazón más duro se esconde la carne más tierna.

 

Antonio Iturbe

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